sábado, 23 de abril de 2011

Entiendo que no le gusten los toros

Entiendo que a usted no le gusten los toros. Lo entiendo perfectamente porque hubo una época en la que a mi tampoco me gustaban. Más bien fue un periodo de tiempo, durante el que me obligué, por ideología, a detestar los toros. Lo malo fue que a pesar de todas las ideas revolucionarias, en el fondo, los toros me seguían resultando apasionantes. Con el paso del tiempo, las ideas de corte izquierdoso se fueron puliendo y los toros seguían estando ahí. Pero todo esto es un problema personal que no va a ninguna parte. Como decía, entiendo que a usted no le gusten los toros.
El año pasado la zona nororiental de España decidía prohibir las corridas de toros. Para alguien a quien no le gustan los toros no debió de suponer mucho problema. Aunque puede ser que a usted, a quien no le gustan los toros, tampoco le gusten las prohibiciones. El caso es que el resto de los españoles no dijeron nada. Se quedaron en silencio como si a ellos mismos les avergonzase tener una afición, tan rancia y vetusta, que consistía en ir a los toros. Realmente, solo protestaron con fuerza ciertos grupos de catalanes que lo único que hacían era defender lo suyo.
Ahora resulta que Francia, sí, Francia, ha declarado los toros Patrimonio Cultural Inmaterial. ¡Toma ya! Tenían que ser los franceses los que defiendan los toros. Lo que los españoles no hacemos o lo hacemos tímidamente, los franceses lo defienden con fuerza y sin complejos. Vive la France, mon Dieu. 
El asunto no se queda sólo en Francia. También resulta que los marroquíes han decidido volver a celebrar corridas de toros en la plaza de Tánger. Tampoco tienen problemas en que se vean toros en su país. A este ritmo vamos a terminar con una España rodeada de corridas de toros y sin toros en ella misma.
Insisto. Comprendo que a usted no le gusten los toros. Pero convendrá conmigo en que todo este proceso es un poco chocante.

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