martes, 26 de abril de 2011

El sol

Allá por el año 1350 antes de Cristo, en el Antiguo Egipto se representaba al sol con unos rayos que terminaban en manos abiertas. El sol, para los egipcios, era un donador de bienes ya que gracias a él la vida surgía en la tierra. El rey, Amenofis IV, hizo que toda la religión, que hasta entonces se basaba en cientos de dioses, girase únicamente en torno al sol, el dios Atón. Los egipcios tenían razón ya que el sol es el que produce la fotosíntesis en la base de todas las pirámides alimenticias. El sol es, según los antiguos, el dios que da la vida. Pero no deja de ser un dios e igual que da la vida puede quitarla.
Si miramos en esos rincones de los periódicos que se dicen de Ciencia, veremos que nos hablan del sol. Pero no lo representan exactamente con las manos extendidas para darnos la vida. Nos avisan de la posibilidad, de la evidencia más bien, de que nos vengan una serie de tormentas magnéticas de gran envergadura. Estas tormentas ya sen han producido en el pasado. La diferencia con la actualidad es que hace unos años no dependíamos, como ahora, de la electrónica. Al no haber aparatos electrónicos, la tormenta magnética no tenía nada que romper. Aunque, y esto no está demostrado, es posible que cambiase un poco el humor de las personas.
Como decía, se nos avisa, aunque sólo en los rincones de la prensa, que se nos viene encima una serie de tormentas solares que puede dar al traste con muchas de las cosas que ahora consideramos imprescindibles. Los satélites que nos comunican pueden hacerse chamusquina. Todos los cacharros electrónicos que inundan empresas y domicilios particulares se pueden freír. Las centrales eléctricas pueden quedarse inservibles durante horas, días o meses, según sea el manotazo solar. Y además, los móviles dejarán de funcionar... horror, los móviles dejarán de funcionar.
Todo es cosa del sol. Así, que no vale decir que los humanos hemos machacado la tierra, lo que es verdad, y que por eso merecemos el castigo del viejo dios Atón, lo cual es mentira.
Voy a ver si me compro un sombrero elegante.

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