jueves, 31 de marzo de 2011

El futuro de subjuntivo

Hoy hemos tenido una reunión en el Instituto del pueblo. Todos los años nos reunimos los "encargados", decir responsables me suena muy pomposo,  de la materia de Lengua de cada colegio de la zona con el jefe del Departamento de Lengua del Instituto. Entre otras cosas, ha surgido la cuestión de cual es el momento idóneo para que los alumnos aprendan de memoria un verbo.
Tras distintas intervenciones en las que ha habido posiciones contrarias a que los chicos aprendan los verbos, he intervenido diciendo que cuanto antes mejor. Pero se les olvida, se me ha corregido. Claro que se les olvida. Ahí está el truco. En aprender y en olvidar, para volver a aprender. Es un proceso que si no se abandona termina por fijar en la memoria lo que se está aprendiendo. Decían, o siguen diciendo, los jesuitas que hay que olvidar siete veces para aprender algo. Supongo que lo del siete no deja de ser un número más o menos esotérico y no tiene por qué ser una constante. Habrá chicos que con dos o tres procesos de aprendizaje-olvido tengan suficiente y otros necesitarán muchos más de siete.
Pues he intentado explicar esto pero creo que no se me ha entendido en absoluto. Probablemente me habré expresado mal o sin la suficiente vehemencia. Sin embargo, el asunto sigue estando ahí. Cuanto antes empecemos a aprender algo, antes se irán consolidando los canales neuronales para terminar fijando un proceso cognitivo determinado.
Y al final, totalmente desolado por mi carencia comunicativa, he escuchado que es una tontería que los chicos aprendan el futuro de subjuntivo. ¡El futuro de subjuntivo! ¡Mi preferido! No se puede ser maestro si no se tiene un profundo respeto por este tiempo verbal...
... y ay de aquel que lo olvidare.

martes, 29 de marzo de 2011

El copago

Ya han empezado los cánticos, y parece que no son de sirena, sobre la necesidad del "copago" en sanidad y en educación. ¿Copago? ¿Cómo que copago? Supongo que querrán decir repago. Porque, hasta ahora los gastos de sanidad y de educación, me refiero a la pública, quien los pagaba era el Estado. No olvidemos que todos los gastos que hace el Estado para el bien de sus ciudadanos, todos, todos los gastos digo, salen del bolsillo del propio ciudadano. Todo, todo, lo que el Estado hace es a cuenta de ese salario que el Estado se toma del trabajo de cada uno de nosotros. Es decir, los impuestos, nuestro dinero, son los que pagan los hospitales, los colegios, a los maestros, a los policías, a los funcionarios que funcionan y a los que no, a los políticos y a los advenedizos a la política. Incluso de nuestro dinero sale una gran parte del presupuesto de las películas españolas y en éstas sí que se produce el "repago": pagamos la película con los impuestos y la volvemos a pagar cuando vamos al cine.
Pues parece que con la sanidad y con la educación va a pasar lo mismo. Primero las pagaremos con los impuestos y después las volveremos a pagar cuando las usemos. Esta situación me parece un poco, cómo diría yo... insistente. Si yo me dedicara a fabricar alpargatas y le exigiera a usted que pagase todos los gastos de fabricación, incluido mi propio salario,  estaría muy feo que cuando usted necesitara un par de alpargatas yo se las cobrara. ¿O no?
No niego que sea necesario más dinero para sanidad y educación. Hay dos soluciones. O bien se hace una distribución de los impuestos que sea capaz de solventar las necesidades de educación y sanidad. O bien se bajan los impuestos y cada uno paga lo que le corresponda por el uso de hospitales y colegios. O sea, a la americana. Lo que no es de recibo es que me cobren dos veces por lo mismo.
La última pregunta es: ¿leerá esto algún ministro o alguien que tenga mano en asuntos de impuestos?

lunes, 28 de marzo de 2011

Aprender un idioma

Mira que estamos a vueltas con lo de los colegios bilingües. Ya he explicado que me molesta la diéresis y ademas al oír el vocablo "bilingüe" no puedo evitar que se me venga a la cabeza la expresión "lengua viperina". Así, que me imagino estos colegios con alumnos y maestros que de repente sacan una lengua de dos puntas.
Lo de los idiomas está bien. Para qué lo vamos a negar. Puede que sea verdad lo de que cuando se aprende el idioma de un país se empieza a comprender a sus habitantes. También es posible que no nos viniera mal aprender un poco de español para comprendernos a nosotros mismos. Yo estoy a favor de que además de nuestra propia lengua, en los colegios se estudie un idioma común a otros países, un idioma que nos sirva para viajar a cualquier universidad y asistir a sus cursos sin que tengamos que pelearnos con la lengua del lugar; es decir, en todos los colegios e institutos se debería enseñar profundamente el... latín (no me he equivocado y no quería decir inglés).
Pero hoy no voy a hablar del latín, que todo llegará. Hoy toca hablar de la necesidad de aprender un idioma nuevo cuando se llega a una edad en la que las neuronas (las pocas que uno tenga) empiezan a remolonear y siempre quieren seguir los mismos caminos de pensamiento. Como uno tiene bastantes reparos en que le empiece a dar la lata ese señor alemán... Alzei..., no me acuerdo de cómo se llama, hace lo posible por poner en marcha al cerebro. Ya van dos años que decidí aprender un nuevo idioma que, por cierto, es absolutamente internacional. Como el inglés lo veía complicado, me puse a estudiar solfeo que es la gramática de la música. Y junto con el solfeo empecé a torturar las cuerdas de un violonchelo. Me paso horas destrozando a Bach y a Vivaldi, lo siento por ellos, pero mis neuronas se están poniendo otra vez en marcha. Lo único que lamento es no haber empezado unos años antes a hacer esto. Además de disfrutar más tiempo, ahora tendría algún rato para aprender eso del inglés o del chino. Pero estamos en lo que estamos y ahora toca el violonchelo. Quizá mañana, cuando el alemán haga que me olvide de si he comido o no, pueda seguir leyendo partituras y tocando, aunque sea mal, una sonata.
Y... la verdad es que no me acuerdo de qué estaba escribiendo.

domingo, 27 de marzo de 2011

El barbero

Como hoy es domingo y tengo tiempo puedo aprovechar para arreglarme el pelo y la barba. Yo iría al barbero pero no hay ninguno cerca. El del pueblo del al lado se jubiló, como tantos otros, hace unos años. La barbería ha cerrado. Nadie ha cogido el relevo.
Ya no hay barberías. Quizá quede algún vestigio que se mantiene más por afición que por negocio, pero la realidad es que las barberías han ido desapareciendo a medida que se jubilaban o directamente se morían esos hombres de dedos fríos y rápidos. En lugar de las barberías han aparecido las peluquerías unisex a las que uno, anclado en otros tiempos, no se atreve ni a entrar. Ni ganas que tiene.
Junto con las barberías, ha desaparecido un mundo de sensaciones. Aquel local acristalado y con buena luz, aquel ambiente impregnado del olor de tabaco y agua con un ligero toque de Barón Dandy era otro mundo. Un lugar de percepciones diferentes. Algún periódico del día y muchos atrasados, tebeos para los niños, y a partir de los setenta alguna revista en las que las señoras lucían sus esplendores, enriquecían cual biblioteca el local. Pero, realmente, la prensa era innecesaria porque el verdadero transmisor de cultura era el barbero. Además de hacer su trabajo, cortando pelos y afeitando barbas, tenía conversación a la medida del cliente. ¿Toros o fútbol? Era la pregunta obligada y en función de lo que el cliente dijera la conversación derivaba hacia un lado u otro. Y siempre se dejaba traslucir en la conversación las bondades de alguna señora o se tocaban de refilón, con más o menos autocensura, según los tiempos, los asuntos de la política. En definitiva, se salía de la barbería arreglado y más culto. El barbero era lo que actualmente se llama un comunicador social que, a veces, conseguía que si uno tenía tiempo dejase pasar el turno a otro cliente para poder estar más rato.
Hoy es domingo decía. Como no tengo barbería me he cortado el pelo con mi maquinilla y después he repasado la navaja con el suavizador, que es un cuero tenso, y me he afeitado. He dejado que el vapor de la ducha se mezclara con el humo de la pipa para recrear el ambiente. Si cerraba los ojos, parecía que de verdad estaba en la barbería. Pero faltaba la conversación. Faltaba el barbero.

sábado, 26 de marzo de 2011

Conciliación familiar

Me informa el cartero que dentro de poco no se podrán recoger las cartas certificadas los sábados debido a la ley de conciliación familiar. Entonces, ¿cuándo? Los días de diario, naturalmente, de 12 a 13 horas.
Yo no sé cuál es el caso de ustedes, pero yo trabajo y mi mujer también. Es decir, no estamos disponibles los días de diario para ir a por la carta en cuestión (y si están interesados en saberlo, la carta de marras no era un premio de la DGT sino una multa). Esto supone que si queremos cumplir como buenos ciudadanos y pagar a Hacienda el  impuesto indirecto de las multas, no nos queda más remedio que faltar al trabajo y ser malos ciudadanos por no cumplir con nuestro deber. Porque, a saber, no existe ningún motivo de ausencia al trabajo que sea recoger cartas certificadas. Ni, a mi entender, debe haberlo. Entonces, que por favor alguien del gobierno me saque de la duda: ¿soy buen ciudadano y pago las multas y soy mal ciudadano y falto al trabajo o soy mal ciudadano y no pago las multas y soy buen ciudadano y acudo al trabajo?
Y es que el servicio de correos está pensado para aquella sociedad en la que una parte de ella -me refiero a las señoras- no trabajaba y tenía tiempo de hacer recados. ¿O está pensado para una sociedad en la que importa un rábano si se va a trabajar?
Parece que nuestro Estado, que en qué estado está, promueve la pérdida de horas de trabajo por parte de sus ciudadanos, promueve que se ralenticen los transportes (110 Km/h) para que tardemos más en hacer las cosas, promueve la falta de productividad y de calidad del trabajo, promueve... yo qué se. Luego, nos dice que tenemos que ser competitivos. Por favor, aclárense.
Hay otros movimientos que van en la misma dirección. Como la negativa a que los grandes comercios abran los fines de semana. Pues nada, faltamos de vez en cuando para hacer la compra. Si al parecer, lo que sobran son horas de trabajo. Todo esto en aras de la conciliación familiar. De acuerdo, conciliación familiar ¿pero de qué familia? Probablemente de las familias que no necesitan comprar nada, ni pagan multas y pueden ausentarse del trabajo cuando les de la gana y tienen tiempo para hacer cualquier cosa. ¿No sería más coherente establecer un sistema de turnos razonablemente estructurado para que los servicios públicos se pudieran ofrecer al ciudadano los días festivos?
El tema iba sobre la conciliación familiar, pues mi familia bien, gracias... a ver si tengo tiempo de verla.

viernes, 25 de marzo de 2011

Timidez e interpretación

Hace un par de semanas, una de las chicas del grupo de teatro me decía que ella no era capaz de representar su personaje. Naturalmente, no le hice caso y le dije que estaba seguro de que lo iba a sacar adelante. Hoy nos ha sorprendido a todos con una interpretación que superaba todo lo esperado. Sólo se oían exclamaciones de asombro cada vez que ella intervenía.
Es una chica tímida en la vida real. Pero ha encontrado ese lugar del escenario que abre todas las barreras de la personalidad. Ella no es ella. Únicamente es el personaje que interpreta. Y por lo tanto, oh paradoja, es ella misma. Digamos que tiene una esencia poderosa, profunda, con ciertos matices cómicos, y sin embargo su personalidad está sujeta a toda una serie de convenciones, circunstancia que diría Ortega.
Cuantas veces nos ocurre que no dejamos que nuestra propia esencia aflore limitados por... vaya usted a saber, que cada uno tiene sus propias ataduras. La timidez, poderosa embaucadora, nos sujeta como una pareja celosa en extremo e impide que seamos lo que somos.
La solución es sencilla, o difícil según se mire, y consiste en no ser nosotros mismos; interpretar un papel, aquel que nos toque representar para, libres de ataduras, poder ser nosotros mismos.
Preguntaron a Sara Bernhardt que si cuando interpretaba papeles dramáticos sufría mucho ya que eso era lo que transmitía al público. Ella contestó que en absoluto, que no sentía el menor sufrimiento porque no se creía lo que estaba interpretando y que esa era la única manera de transmitir sentimiento al público.
Pues interpretemos nuestros papeles con libertad en este gran teatro del mundo, como decía Calderón.

No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;

miércoles, 23 de marzo de 2011

La multa

Abro el buzón y lo primero que veo es un aviso de carta de la DGT. O me van a dar un premio por buen conductor o me han puesto una multa. Seguro que se trata de lo último. Pero ¿dónde y cuándo? De verdad que soy un conductor aburrido. No paso de las velocidades, más que hacer stops me quedo a vivir en ellos, no aparco en prohibido... ¿entonces? Estoy realmente intrigado en saber dónde me han pillado o, dicho de otra manera, cuál es la escusa para cobrarme un montón de euros. Porque, en definitiva, se tratará de esto: usted puede conducir como quiera que ya le cobraremos por algo. O sea, un impuesto indirecto que cuando te toca es muy directo.
Yo les diría a los señores de la DGT que, ya que tienen acceso a mi cuenta bancaria, investiguen lo que gano y me cobren las multas en proporción a la nómina. Ejemplos: por hablar mientras conduce 0,5 % de la nómina, por defender que hay que poner tilde en las mayúsculas 0,7 % de lo que usted gane, por pensar en la cerveza que se va a tomar al llegar a casa mientras conduce 1'3 %, y así. Por lo menos, este impuesto encubierto de las multas tendría un carácter progresivo y estaría en función de lo ganado. Porque miren, si yo ganara 20.000 euros al mes me iban a importar los 200 euros de la multa un comino. Pero, ganando lo que gano, sinceramente, esto fastidia.
Me temo que no me van a hacer caso. Pero todo esto no son más que elucubraciones porque lo mismo la carta es para comunicarme la concesión de un premio por ser buen conductor.

martes, 22 de marzo de 2011

La pérdida del rito

El otro día estuve viendo la película "el rito". Anthony Hopkins impresionante, como siempre, aún mejor si cabe. Pero no es el comentario de la película lo que me interesa sino el tema que trata, es decir, el rito. La Iglesia ha sido y es una mantenedora de ritos. Gracias a ellos ha perdurado en el tiempo. Es la única institución que desde hace dos mil años se mantiene sin grandes variaciones. Y más que adaptarse a la sociedad, ha conseguido que la  sociedad se adapte a ella y siga, en medida considerable, sus directrices. A la Iglesia se le pueden criticar muchas cosas pero entre ellas no está la falta de inteligencia y la capacidad de perdurar a lo largo de la historia.
La sociedad española actual, que se autodenomina laica, ha abandonado en un alto porcentaje y de una manera bastante artificial las tradiciones que venían determinadas por la Iglesia. Y sin embargo, a pesar de la ausencia de creencia, los ritos siguen manteniéndose como si fuesen piedras angulares de la dinámica social. Las bodas, las comuniones, bautizos y entierros siguen celebrándose como se ha hecho siempre. Y cuando se desechan se reemplazan por ritos más o menos laicos pero siempre copias de los antiguos. Bodas en juzgados con flores, con vestidos de novia; comuniones laicas, que es vestir a la niña de largo y hacer una fiesta; cumpleaños que parecen comuniones. Parece que si no mantenemos ritos nos quedamos vacíos.
Ayer, propuse a mis compañeros que podíamos establecer un rito en el colegio. Algo parecido al paso de la toga praetesta a la toga virilis que hacían los romanos, cuando el niño dejaba de ser niño para pasar a ser hombre. Claro, me miraron pensando que estaba alucinando. Todo venía por el problema que tenemos con la  falta de autonomía de los alumnos. Y es que si a los alumnos los tratamos como a niños pequeños seguirán siendo niños pequeños. ¡Anda, que no es cómodo! Por esto, quizá no estuviese mal que en un momento determinado digamos al niño: "Vale, sigues siendo niño... pero menos". Y de paso que se lo decimos a los niños, también se lo decimos a los padres.
Nada mejor que establecer un rito para conseguir cambios en las conductas. El rito no es más que un proceder que todos conocen y, por lo tanto, saben cómo actuar y a nuestros alumnos no les vendría nada mal, de vez en cuando, saber cómo comportarse.

lunes, 21 de marzo de 2011

Dividir por internet

Hace unos meses corrió por los mentideros la siguiente historia: La profesora dijo a la madre de una niña que tenía que ayudarle a elaborar sus trabajos y repasar con ella las lecciones. El mayor problema era que la niña no conseguía aprender a dividir y ya estaba en edad de ello. La madre de la alumna puso su mejor intención en la tarea de ayudar a la niña. Pero había un impedimento. Ella, la madre, tampoco sabía dividir. En la siguiente entrevista con la maestra, la madre explicó que había estado ayudando a la niña todo lo que había podido y el problema de la división lo había resuelto... "No se preocupe, maestra, que yo todas las tardes le pongo a la niña un vídeo de youtube y ahí le enseñan a dividir a mi hija". Indudablemente esta señora, aunque no sabía dividir, era una mujer de recursos.
Hoy en día se puede ser inculto por un montón de razones. Pero es indudable que los cauces de la cultura están cambiando a grandes pasos. Me temo que lo que hemos estado entendiendo por cultura hasta ahora se va quedando trasnochado. Se pueden conocer a fondo las reglas de la sintaxis o de la oratoria, pero si no se sabe manejar con cierta gracia un móvil, si no se comprende ese lenguaje cortado y sintetizado que utilizan los jóvenes y los que no lo son tanto, se está cayendo en cierto tipo de incultura. Yo me declaro inculto recalcitrante en este sentido... y en otros, pero ahora no viene a cuento. En ciertos campos me defiendo a duras penas. Mira, hasta he sido capaz de abrir un blog. Pero hay un terreno, que por su evolución vertiginosa, se me va quedando vedado.
Me viene a la cabeza cuando la escritura jeroglífica de los de los egipcios empezó a ser abandonada en las cartas privadas por la escritura demótica. O cuando en Roma el mundo culto fue abandonando el griego para utilizar ese idioma bárbaro que era el latín. El latín una lengua bárbara... ¡qué tiempos! Esto me lleva a que los que nos dedicamos a la enseñanza, movidos por la inercia de los años, nos estemos quedando en un mundo que empieza a esfumarse como la niebla, un fantasma tenue e intangible. "Nibula, anima, blandula, vagula", que decía Virgilio.

domingo, 20 de marzo de 2011

Imágenes y lenguaje

Se supone que debo escribir sobre la bondad de las nuevas tecnologías en nuestro sistema educativo. Y lo intento, pero no me sale. No voy a negar que una pizarra digital, y no quemada como la mía, aporta a los alumnos la posibilidad de ver y oír el interminable mundo de la "multimedia". Ya no tenemos que explicar cómo es el puente de Alcántara, por decir algo, simplemente les enchufamos la imagen. Ya no hay que estar con las engorrosas tizas de colores para hacer ese gráfico que nunca termina de salir bien... plantamos el gráfico y marcamos sobre él con los colores que queramos. Y todo el mundo sabe que una imagen vale por mil palabras. ¿O no? Me estoy acordando, y cito de memoria, del pasaje de Juan Ramón: "Platero es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña..." Me pregunto qué imagen supera a estas palabras. Y pienso, perdón por pensar, que las palabras son necesarias en un mundo saturado de imágenes.
Nuestros alumnos reciben un contingente número de imágenes todos los días. Su cabeza, sobre todo, está llena de videojuegos. Creo que, con frecuencia, el joven cerebro de los chicos no es capaz de asimilar todo lo que recibe y se forma un revoltijo de información que luego se manifiesta en la incapacidad de expresarse. Puede que se estén expresando de una manera que yo soy incapaz de entender, con ese galimatías que se traen con los mensajes de los móviles.


Ni yo he sido capaz de sustraerme a poner una imagen que adornase el texto. ¿Será que los chicos tienen razón? ¿Estaremos llegando al ocaso del lenguaje tal como lo aprendimos... hace mucho? Puede que esté un poco mayor para aprender cosas nuevas... o puede que me parezca más al de la foto que a otra cosa.

sábado, 19 de marzo de 2011

Las tres catástrofes

Está visto que los conflictos vienen de tres en tres. Puede que se trate de ciclos o simplemente de consecuencias que se producen por causas desconocidas. Hace unos días se me desconfiguró el ruter debido a una sucesión de apagones del fluido eléctrico, a continuación se estropeó la caldera y me quedé sin calefacción y sin agua caliente. Puede que esto se debiera al tema de los apagones... Por último, tercer conflicto, se me estropea el coche y no puedo arrancarlo. Ya tenemos los tres conflictos. Espero que se haya terminado el ciclo.
En el terreno internacional tenemos otros tres conflictos. El primero, terremoto y tsunami de Japón con sus consecuencias nucleares. El segundo, el desastre de Libia que nos hace entrar en guerra. Parece que falta muy poco, si no han empezado ya, para que los nuestros bombardeen las posiciones de Gadafi. El conflicto de Libia no es más que la punta de la pirámide de todo lo que está sucediendo en el mundo islámico. Y la verdad, no sabemos en qué puede terminar todo esto. El tercer conflicto pertenece solamente al ámbito nacional. Se trata de algo que parece irrelevante pero no lo es. El tercer conflicto, decía, es lo de Torrente. Don Santiago Segura, que por otro lado me cae estupendamente, ha movilizado a la sociedad española con un producto que sigue la línea más cutre de nuestra realidad social.
En España poca gente va al cine y menos gente va a ver cine español. Sin embargo, ha respondido como si le hubieran tocado un resorte secreto y acude masivamente a ver a la Esteban, al Rivera y otros personajes representantes de nuestra tradición televisiva más lamentable. Cabe preguntarse en qué punto nos encontramos socialmente para responder con gran número de espectadores ante un producto de está índole.
La culpa no es de Santiago Segura, que, oye amiguete... felicidades, sino de todos los que estamos esperando que nos presenten en la pantalla nuestro lado más impresentable.
Lo dicho, tres catástrofes, Japón, Gadafi y Torrente... pero sin mariconadas.

viernes, 18 de marzo de 2011

¿No a la guerra?

Ante las barbaridades de Gadafi nuestro gobierno no ha dudado en participar en una acción armada. Nuestros barcos llevan días navegando frente a las costas de Libia. Si hay un control del espacio aéreo, éste supondrá bombardear las bases de de Libia. Es decir, estamos ante un ataque militar. Lo que en términos comunes llamamos guerra. Vaya por delante que estoy de acuerdo con nuestro gobierno en intervenir en un país extranjero cuando su mandatario es un dictador, que además de no saber historia porque Franco no entró en Madrid hasta que se acabó la guerra, está asesinando a su pueblo para defender su trono. Pero, dicho esto, me quedo extrañado, como que no me encajan los tornillos y las tuercas.
¿Dónde esta el grito popular que desgarró el aire de España hace unos años? ¿Dónde está el "no a la guerra"? Porque Shadán Houssein también era un dictador que estaba asesinando a su pueblo, aunque puede ser que supiera algo más de historia. ¿Dónde están los pacifistas, ecologistas, salvadores de la humanidad, artesanos, izquierdosos, oenegetistas... que unánimes lanzaron aquel grito?
Las condiciones pueden ser diferentes, siempre son diferentes, pero una guerra sigue siendo una guerra. Pero nadie protesta. ¿Será que los antiguos gritadores del "no a la guerra" andan más preocupados en preparar un grito sobre las centrales nucleares de Japón, algo así como "ya te lo decía yo"?

jueves, 17 de marzo de 2011

Todavía no

¿Por qué será que ciertos "ecologistas" comentan lo de los reactores nucleares de Japón con expresión de triunfo? ¿Por qué será que parece que se alegran de lo que está sucediendo?
Puede que me equivoque, pero, de momento quien ha causado miles de muertos en el país del Sol Naciente no ha sido un reactor nuclear. Ha sido la "bondadosa" naturaleza, el agüita del mar... y las puñeteras placas tectónicas que se mueven cuando les da la gana sin atender a si contaminamos o no.
No se me entienda mal. Estoy a favor de cuidar el planeta de la mejor manera posible. Pero eso no quiere decir que espere que el planeta me lo agradezca. Porque, mira,  a la Tierra le da igual si somos felices o si nos morimos todos. Ella sigue su propio proceso de cambios. Y en este proceso ya han desaparecido distintas especies. Y lo de la energía nuclear, que por desgracia sí es peligrosa, tiene la gracia de que es más barata que todas las demás. Se puede seguir hablando de esto largo y tendido... pero, ¿por qué esa expresión de alegría en los "ecologistas" cuando hablan de los miles de personas que pueden morir? Los reactores de Japón pueden hacer estragos en Japón y en mucho sitios. Pero todavía no.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pero como nos corten la luz estamos apañados

Que todo esto de la tecnología reciente está muy bien. Y que tenemos un mundo intercomunicado. Y podemos dar la receta de unas bravas a un amigo en Nueva Zelanda... You need a lot of potatoes, then you get Spanish olive oil and... En ese momento nuestro amigo de Nueva Zelanda nos dice que lo del aceite español allí no se consigue así como así. Y se nos corta el discurso culinario. Podemos, como haría Arguiñano contarle un chiste, pero se queda sin probar las bravas.
Estábamos en lo maravilloso de las tecnologías novedosas, pero viendo lo del tsunami de Japón, que ¡joder, como se las gasta la bondadosa naturaleza! y viendo lo del amigo Gadafi o cómo funciona Iberdrola en la Sierra,  uno tiene la sensación de que en cualquier momento nos cortan la luz y la nube informática se deshilachara en cirros para disolverse en una atmósfera diáfana e incomunicada.
Siempre me surge cuando pienso en estas cosas, que hace unos mil quinientos años la red de internet de la época quedó desconectada. Y no estoy haciendo historia ficción. Me refiero a la red de calzadas romanas que intercomunicaban el mundo conocido entoces. Sólo hizo falta que dejaran de cuidarse y de protegerse por las legiones del Roma para que las calzadas resultaran inservibles en unos pocos años. Y aquello dio lugar a la oscuridad de la Edad Media.
Esperemos que no nos corten nuestras calzadas cibernéticas y que la factura no sea excesiva.

viernes, 11 de marzo de 2011

Eso del drama

Y una manera de seguir adelante es enfrascarse en asuntos como el drama. Me refiero al drama teatral, si bien, ahora mismo estoy pensando en lo de Japón...
No es nuevo que el maestro se desespere ante la desidia de los alumnos ante la asignatura de Lengua. Los chicos se entusiasman bastante poco ante la "excitante aventura de los sinónimos, las homófonas, el complemento indirecto y otros divertidos personajes. La excitación en el aula aumenta de grados cuando el maestro dice: Dictado. Ah, que ilusión se vislumbra en los ojos de los jóvenes ante los distintos estilos literarios". Que no. Que no hay manera. Estudia el que estudia. Pero estas cosas de la lengua son muy poco alentadoras para alguien que acaba de apuntarse a la red de la vida.
¿Y qué sucede cuando utilizamos el drama? Hombre, mira, parece que esto les interesa. Todos quieren leer el papel que sea y en ocasiones hasta interpretan. Lo mismo va a resultar que esto del teatro es una herramienta útil  para que la clase de Lengua ofrezca interés y entre col y col les vamos colocando un circunstancial o una metáfora. Pero esto sólo es posible si al maestro en cuestión le interesa el teatro.

jueves, 10 de marzo de 2011

El arte de seguir...

Todo consiste en seguir. Seguir adelante, a veces, o hacia atrás si no queda otra. Seguir mirando al horizonte o seguir dentro de un túnel sin ver más que nuestra sombra en sus paredes. Continuar la marcha cuando el viaje se anuncia largo y no detenernos cuando el camino se agota. Y hasta cuando vemos que el destino del viaje desaparece, que no hay nada a la llegada, seguir un poco más y dar otro paso para que no se vaya de nuestra memoria que somos el mismo que un día empezó a caminar. Puede que eso sea arte y creación... o simple empeño y testarudez. Puede que, a la postre, no sea nada. Pero es nuestro viaje.