martes, 31 de mayo de 2011

El futuro

Yo preferiría hablar del futuro de subjuntivo, ya saben, mi tiempo preferido, pero hoy toca hablar del futuro a secas. Eso que llamamos futuro, lo que va a venir, el mañana, no deja de ser una engañifa que nos tiene entretenidos y, al mismo tiempo, despistados del presente. Porque el presente es lo único que de verdad existe. Aunque, la verdad, ni siquiera estoy seguro de esto. El cogito ergo sum, que decía Descartes, queda muy bien cuando se pone por escrito pero no deja de recordar Las Siete Vías de Sto. Tomás para demostrar la existencia de Dios que demostrar, lo que es demostrar, sólo demuestran que tanto Sto Tomás como Descartes eran señores muy listos.
Suponiendo que el presente exista, nos quedamos en eso en que vivimos lo que vivimos. No vivimos el pasado más que con la memoria y no vivimos el futuro más que con la esperanza. El problema está cuando la esperanza de lo que vamos a vivir nos impide aprovechar lo que estamos viviendo. Todos conocemos a mucha gente que se pasa cinco días de la semana suspirando porque llegue el viernes. Entonces, haciendo matemáticas, si alguien se pasa cinco días de siete sin aprovecharlos, incluso es de sospechar que el domingo ya no disfrute pensando en que el día siguiente es lunes, podemos calcular que sólo se vive una quinta o una sexta parte de la vida. No creo que la vida sea tan larga como para desaprovecharla tanto tiempo.
En consecuencia, si queremos vivir un poco más, hay que disfrutar del lunes aunque nos toque ir a trabajar o a visitar la Oficina del Paro.
Había un cuento que salía en una película de chinos, Liang Shan-Po, venía a decir lo siguiente: Por mucho que camines nunca llegarás al horizonte... pero también es verdad que el hombre que no da el primer paso estará toda la vida parado sobre una pierna. Seguramente el cuento no fuera exactamente así y mi memoria lo habrá modificado. Lo que saco del cuento es que hay que vivir cada paso aunque no perdamos de vista el horizonte. O, directamente, no saco nada en conclusión y el cuento es una tontería.
Para acabar, sigo quedándome con el futuro de subjuntivo porque es un futuro que añade una condición y nuestro futuro siempre está plagado de condiciones.

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