lunes, 16 de mayo de 2011

Resolución de conflictos

Los conflictos hay que resolverlos mediante las palabras... Esto dicen las teorías modernas. Yo no lo tengo claro. Es razonable pensar que cuando hay un conflicto del tipo que sea, lo ideal es resolverlo razonando con la otra parte del conflicto hasta que se llega a una solución común. Lo que sucede es que cuando quieres aplicar la teoría sobre la realidad, la cosa no es tan sencilla.
Parte de mi trabajo es la resolución de conflictos. Conflictos entre alumnos, conflictos entre alumnos y profesores, conflictos entre padres y profesores, entre profesores y profesores, entre padres y padres. El abanico de posibilidades en muy amplio. Los conflictos más fáciles son los que me afecta a mi directamente. Yo no me lo pienso. Digo que la culpa es mía y pido perdón. Si el oponente insiste, vuelvo a decir que la culpa es mía y vuelvo a pedir perdón, en esta segunda vuelta ya le pongo un tonillo irónico, y si me siguen insistiendo, vuelvo a lo mismo aunque mi tono aumente en ironía. En algún caso, cuando la cosa quería pasar a mayores he dicho a la parte contraria que me denuncie y que discutan nuestros abogados, que yo no tengo tiempo. Al final, el conflicto se resuelve... qué remedio, si yo no doy opción a la bronca. Cuando los conflictos son entre alumnos, suele ser suficiente con dejar que se les pase el calentón aburriéndolos un poco en el despacho. Cuando la adrenalina recupera niveles normales son los propios alumnos los que me dicen que todo está arreglado.
Cuando yo era un chico, los conflictos se resolvían de otra manera. Directamente nos peleábamos. Después de la pelea el conflicto quedaba resuelto. Daba igual quién ganase. Podía quedar algún moratón o alguna brecha, pero nadie se extrañaba demasiado. Ahora es más complicado. En primer lugar los conflictos en ocasiones se dan entre niños y niñas. No les puedes dejar que se arreen. En segundo lugar, nadie ve con buenos ojos que los chicos se peguen. Es un error, pero así están las cosas. Pienso que no es tan malo que los cachorros de ser humano se den unos manguzones de vez en cuando. Tengo amigos desde la infancia y puedo asegurar que de chicos nos arreamos unas cuantas veces. Y cada vez más amigos. Con aquellas peleas aprendimos que la violencia genera dolor y cuando fuimos creciendo fuimos abandonando la violencia para resolver conflictos.
Decía aquel, "oye, Pachi, ¿por qué estamos discutiendo de esto si lo podemos resolver a hostias?".

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