viernes, 25 de marzo de 2011

Timidez e interpretación

Hace un par de semanas, una de las chicas del grupo de teatro me decía que ella no era capaz de representar su personaje. Naturalmente, no le hice caso y le dije que estaba seguro de que lo iba a sacar adelante. Hoy nos ha sorprendido a todos con una interpretación que superaba todo lo esperado. Sólo se oían exclamaciones de asombro cada vez que ella intervenía.
Es una chica tímida en la vida real. Pero ha encontrado ese lugar del escenario que abre todas las barreras de la personalidad. Ella no es ella. Únicamente es el personaje que interpreta. Y por lo tanto, oh paradoja, es ella misma. Digamos que tiene una esencia poderosa, profunda, con ciertos matices cómicos, y sin embargo su personalidad está sujeta a toda una serie de convenciones, circunstancia que diría Ortega.
Cuantas veces nos ocurre que no dejamos que nuestra propia esencia aflore limitados por... vaya usted a saber, que cada uno tiene sus propias ataduras. La timidez, poderosa embaucadora, nos sujeta como una pareja celosa en extremo e impide que seamos lo que somos.
La solución es sencilla, o difícil según se mire, y consiste en no ser nosotros mismos; interpretar un papel, aquel que nos toque representar para, libres de ataduras, poder ser nosotros mismos.
Preguntaron a Sara Bernhardt que si cuando interpretaba papeles dramáticos sufría mucho ya que eso era lo que transmitía al público. Ella contestó que en absoluto, que no sentía el menor sufrimiento porque no se creía lo que estaba interpretando y que esa era la única manera de transmitir sentimiento al público.
Pues interpretemos nuestros papeles con libertad en este gran teatro del mundo, como decía Calderón.

No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;

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