lunes, 21 de marzo de 2011

Dividir por internet

Hace unos meses corrió por los mentideros la siguiente historia: La profesora dijo a la madre de una niña que tenía que ayudarle a elaborar sus trabajos y repasar con ella las lecciones. El mayor problema era que la niña no conseguía aprender a dividir y ya estaba en edad de ello. La madre de la alumna puso su mejor intención en la tarea de ayudar a la niña. Pero había un impedimento. Ella, la madre, tampoco sabía dividir. En la siguiente entrevista con la maestra, la madre explicó que había estado ayudando a la niña todo lo que había podido y el problema de la división lo había resuelto... "No se preocupe, maestra, que yo todas las tardes le pongo a la niña un vídeo de youtube y ahí le enseñan a dividir a mi hija". Indudablemente esta señora, aunque no sabía dividir, era una mujer de recursos.
Hoy en día se puede ser inculto por un montón de razones. Pero es indudable que los cauces de la cultura están cambiando a grandes pasos. Me temo que lo que hemos estado entendiendo por cultura hasta ahora se va quedando trasnochado. Se pueden conocer a fondo las reglas de la sintaxis o de la oratoria, pero si no se sabe manejar con cierta gracia un móvil, si no se comprende ese lenguaje cortado y sintetizado que utilizan los jóvenes y los que no lo son tanto, se está cayendo en cierto tipo de incultura. Yo me declaro inculto recalcitrante en este sentido... y en otros, pero ahora no viene a cuento. En ciertos campos me defiendo a duras penas. Mira, hasta he sido capaz de abrir un blog. Pero hay un terreno, que por su evolución vertiginosa, se me va quedando vedado.
Me viene a la cabeza cuando la escritura jeroglífica de los de los egipcios empezó a ser abandonada en las cartas privadas por la escritura demótica. O cuando en Roma el mundo culto fue abandonando el griego para utilizar ese idioma bárbaro que era el latín. El latín una lengua bárbara... ¡qué tiempos! Esto me lleva a que los que nos dedicamos a la enseñanza, movidos por la inercia de los años, nos estemos quedando en un mundo que empieza a esfumarse como la niebla, un fantasma tenue e intangible. "Nibula, anima, blandula, vagula", que decía Virgilio.

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