sábado, 20 de agosto de 2011

Editoriales

Ya he terminado la novela que probablemente se llame La Conspiración de las Mercerías. Ha salido un punto más larga de lo que yo hubiese querido. Mi intención no era otra que la de hacer una novela playera. Una de esas que se leen bajo la sombrilla al tiempo que intentas quitarte la arena que un cabezón con pelota te ha echado encima. Tampoco es un ladrillo de esos que vemos en los grandes almacenes sobre las mesas de promoción. Algo más allá de trescientas páginas.
Parece que se lee bien. Mis colaboradores de Barcelona están en ello y, de momento, no les ha matado el aburrimiento. No tiene pretensiones literarias sino que se limita a contar una historia divertida en la que he suprimido todas las secuencias que podían ser de relleno.
Ahora viene la parte menos divertida de la novela. Me refiero a su publicación. Como tengo una fobia congénita a los despachos, no pienso ir a las grandes editoriales a mendigar que metan mi novela en sus proyectos editoriales. Tampoco tengo agente literario. Un agente literario es como el apoderado de un torero. Es el que se encarga de que te den corridas o de que te publiquen un libro. Si en alguna editorial estáis interesados en una novela que se venda bien porque divierte, dejadme algún comentario... no creo que haya ninguno.
Otra posibilidad es publicar en una Editorial de las que viven de los autores desconocidos. El autor se paga la edición y se encarga de distribuirla y venderla personalmente. Ya pueden imaginar que esto supone vender treinta o cuarenta ejemplares y luego esperar que el boca a boca de sus resultados. Me temo que los resultados los van a ver mis herederos si es que ven algo.
Que disfruten lo que queda del verano y no lean mucho... que luego hay descerebrados a los que les da por escribir.

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